Con la conclusión durante la presente semana del tiempo ordinario del ciclo B nos acercamos como comunidad eclesial al inicio de un nuevo tiempo «litúrgico», un nuevo Adviento que corresponde al ciclo C (2024-2025).
En el servicio de Buenas Noticias (comentarios de Pagola al evangelio del domingo), ofrecemos de manera ininterrumpida la publicación de los comentarios semanales en esta web, y los enviamos mediante un boletín semanal a todos los que lo solicitan. No queremos que esta cotidianeidad del servicio, semana a semana, nos despiste, sino que proponemos vivir conscientemente el cierre de un año y, sobre todo, el inicio de un nuevo tiempo litúrgico.
Lo hacemos en esta ocasión de la mano de algunas reflexiones del papa Francisco que, esperamos, sean de utilidad.
Un tiempo de gracia para iniciar una vida nueva
Queridos hermanos y hermanas, ¿no somos también nosotros, a veces, un poco como aquellos fariseos? Tal vez miramos a los demás por encima del hombro, pensando que somos mejores que ellos, que tenemos las riendas de nuestra vida, que no necesitamos cada día a Dios, a la Iglesia, a los hermanos.
El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos las máscaras –que cada uno tiene– y ponernos en fila con los humildes, para liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para pedir perdón a los que hemos ofendido. Así comienza una nueva vida.
Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver a empezar. Nunca es demasiado tarde, existe siempre la posibilidad de recomenzar. ¡Tengan coraje! Él está cerca de nosotros y este es un tiempo de conversión. Él nos espera y no se cansa jamás de nosotros. Escuchemos el llamado de Juan Bautista a volver a Dios y no dejemos pasar este Adviento como los días del calendario porque este es un tiempo de gracia, de gracia también para nosotros, ahora, aquí.
Que María, la humilde sierva del Señor, nos ayude a encontrarnos con él, Jesús, y con nuestros hermanos en el camino de la humildad.
Papa Francisco, Ángelus 4-XII-22
Estar despiertos y orar
Estar despiertos y orar: he aquí como vivir este tiempo desde hoy hasta la Navidad. Estar despiertos y orar. El sueño interno viene siempre de dar siempre vueltas en torno a nosotros mismos, y del permanecer encerrados en nuestra propia vida con sus problemas, alegrías y dolores, pero siempre dando vueltas en torno a nosotros mismos. Y eso cansa, eso aburre, esto cierra a la esperanza. Esta es la raíz del letargo y de la pereza de las que habla el Evangelio.
El Adviento nos invita a un esfuerzo de vigilancia, mirando más allá de nosotros mismos, alargando la mente y el corazón para abrirnos a las necesidades de la gente, de los hermanos y al deseo de un mundo nuevo. Es el deseo de tantos pueblos martirizados por el hambre, por la injusticia, por la guerra; es el deseo de los pobres, de los débiles, de los abandonados. Este es un tiempo oportuno para abrir nuestros corazones, para hacernos preguntas concretas sobre cómo y por quién gastamos nuestras vidas.
La segunda actitud para vivir bien el tiempo de la espera del Señor es la oración. Se trata de levantarse y rezar, dirigiendo nuestros pensamientos y nuestro corazón a Jesús que está por llegar. Uno se levanta cuando se espera algo o a alguien. Nosotros esperamos a Jesús, queremos esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la vigilancia. Rezar, esperar a Jesús, abrirse a los demás, estar despiertos, no encerrados en nosotros mismos. Pero si pensamos en la Navidad en un clima de consumismo, de ver qué puedo comprar para hacer esto o aquello, de fiesta mundana, Jesús pasará y no lo encontraremos. Nosotros esperamos a Jesús y queremos esperarle en oración, que está estrechamente vinculada con la vigilancia.
Papa Francisco, Ángelus 2 de diciembre 2018