No podemos vivir sin pensar en el futuro, en lo que nos espera. Más aún, siempre andamos buscando seguridad, bienestar, tranquilidad. Si el porvenir se nos presenta sombrío y amenazador, empezamos a sentir preocupación y hasta miedo. Si, por el contrario, se nos presenta favorable y prometedor, nos sentimos bien. Esta confianza en que podremos afrontar el futuro de manera favorable constituye la base de lo que llamamos “esperanza”.
Las personas no pueden vivir sin esperanza. Necesitamos un aliento, una confianza básica que nos impulse a seguir caminando. Sin esperanza no se puede vivir. La esperanza es la fuerza de la vida, el motor, el impulso vital.
Podemos decir que la esperanza consiste en confiar de manera más o menos firme en que se irán cumpliendo los anhelos, aspiraciones y proyectos fundamentales que nacen dentro de nosotros.
La esperanza es un estilo de vida, una manera de estar en la vida en una actitud positiva y confiada.
El que vive con esperanza se orienta hacia el futuro. No le asusta el porvenir. No le paraliza. Vive con horizonte.
Tener esperanza no es esperar pasivamente, aguantar, ver lo que nos viene encima. El que vive animado por la esperanza no se queda pasivo. Se mueve, proyecta, actúa, reacciona.
La persona de esperanza es realista. Cuenta con las dificultades, problemas y contratiempos que encontrará en su camino. Pero, a pesar de todo, confía en sí misma, en su trabajo, en los resortes que podrá ir activando, en el apoyo que podrá encontrar para ir superando obstáculos.
El que vive con esperanza es lúcido, sabe analizar la situación y ver la realidad en sus verdaderas dimensiones. Al mismo tiempo, es responsable, no se cruza de brazos esperando que suceda algo bueno, sino que asume una tarea diaria hecha de esfuerzo paciente y constante.
La esperanza corre riesgos, crece, se purifica y consolida precisamente en los momentos difíciles de la prueba. Por eso, a veces, no se trata propiamente de tener esperanza sino de atreverse a mantenerla cuando parece que no hay mucho que esperar.
José Antonio Pagola, El arte de generar esperanza (Pastoral renovada)