¡Amado Rabbuni!

¡Amado Rabbuni!

Jesús vuelve a la Vida,
rompiendo la tiniebla del pecado,
la oscuridad del alma,
allí donde todo se confunde,
sin saber muy bien,
si es realidad o sueño.

Emerge victorioso,
al despertar la aurora,
manantial surgido de lo alto,
agua que ha de empapar los valles,
haciendo que germine la semilla.

Fruto que ha de nacer
del árbol seco,
aquel que en otro tiempo,
el mal hizo de él,
estrago y esperpento.

Tu Cuerpo transformado,
igual que un día fuera
en la montaña, dejado ha
las vendas y el sudario,
la corrupción de la materia inerte,
cúbrelo ya el resplandor glorioso,
rayos de luz lo envuelven
para siempre.

Emite el viento acordes jubilosos,
trinan los pájaros un canto alegre,
extiende la hierba alfombra regia,
acarician tu rostro pétalos de flores,
y el aire se llena de tu aroma.

Una mujer, María de Magdala,
corre anhelante de un lado para otro,
siente su corazón latir con fuerza,
sus ojos cegados por el llanto,
no encuentran a Aquel que anda buscando.

Cercano está, dice con voz
entrecortada y queda,
sin levantar los párpados del suelo,
oye un rumor de pasos que se acercan,
su corazón no puede más y exclama:

¡Se han llevado a mi Señor
y no le encuentro!
¿Dime tú dónde está, dónde?

Sobre la tierra cubierta de rocío,
acuesta su dolor el alma en vilo,
una Luz la cubre con su manto,
y al clarear el día,
pronuncia su nombre el bien amado:
¡María!

¡Es él, amor de los amores!
Verdad desconocida,
Señor y Dueño de mi vida.
Sus manos temblorosas
se extienden hacia él,
pronuncia una palabra
que colma su esperanza:
¡Rabbuni! ¡Amado Rabbuni!

En nombre de Jesús, seamos portadores de su amor y misericordia, que alcance a todo hombre y mujer, en esta pascua 2016.

Miren Josune