Las celebraciones de nuestras parroquias y comunidades cristianas, con las que estamos familiarizados, encierran, sin duda, grandes valores, pero podemos también detectar riesgos de vaciar la eucaristía de su contenido más esencial.
Huida de la vida real
La liturgia eucarística puede convertirse fácilmente en huida de la vida real: un refugio que nos protege y defiende de la vida cotidiana, llena casi siempre de problemas, tensiones y conflictos, en la que nos movemos durante la semana. Es tentador acercarnos a celebrar la eucaristía para descansar del vértigo de la vida moderna, encontrarnos con nuestros amigos, cantar juntos al Señor y sentir la satisfacción de estar cumpliendo unos deberes religiosos que nos garantizan la salvación.
¿Podemos celebrar el «memorial del Crucificado» indiferentes ante los nuevos crucificado que prolongan hoy su presencia entre nosotros?
El cisma entre el sacramento del altar y el sacramento del hermano
Siempre corremos el riesgo de pretender comulgar con Cristo en la misa sin preocuparnos luego de comulgar con los hermanos; compartir el pan de eucaristía ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan, justicia y paz; creer que podemos celebrar el sacramento del amor sin revisar nuestros egoísmos individuales y colectivos, nuestra ceguera culpable, nuestra apatía ante situaciones sociales intolerables, nuestra indiferencia ante la humillación de los refugiados o excluidos.
¿Cómo se puede tomar en serio el sacramento del amor en una comunidad que no toma en serio la desigualdad y la exclusión de los más indefensos y olvidados?
La eucaristía como tranquilizante
La satisfacción del deber religioso cumplido nos lleva con frecuencia a adormecer la conciencia, en vez de estimularnos al amor comprometido. Entonces la eucaristía se convierte en «coartada religiosa» que nos permite vivir tranquilos en medio de una sociedad injusta. Esa eucaristía no provoca conversión. No nos pone en seguimiento de Jesús. No introduce cambio alguno en la vida de nuestras comunidades.
¡Cuidado con la eucaristía!
Cuando en las comunidades cristianas seguimos celebrando rutinariamente eucaristías vacías de fraternidad, de amor solidario y de trabajo por una convivencia más justa, podemos estar potenciando un obstáculo religioso que nos impedirá escuchar el clamor de los pobres y la llamada de Jesús, que nos urge buscar por encima de todo el reinado de su justicia entre sus hijos.