MÍSTICA Y NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA
Probablemente, el anhelo actual de mística está brotando de la necesidad de entrar en contacto con un Dios Salvador y Amigo, añorado tal vez inconscientemente desde la insatisfacción de una cultura meramente técnica, desde el vacío del racionalismo moderno y desde la impotencia sentida de autosalvación.
1. La evangelización como actualización de la experiencia original cristiana
Aquellos primeros discípulos vivieron el encuentro con Cristo desde sus propios problemas y contradicciones. Nosotros hemos de reactualizar esa experiencia en nuestro mundo actual, en medio de la conflictividad y la desesperanza en que se mueve hoy la humanidad.
La acción catequética y la pastoral de iniciación a la fe han de ayudar a escuchar el mensaje de Jesús. Pero no se ha de olvidar que los relatos evangélicos, antes de ser un texto escrito fue una experiencia de fe vivida por los primeros creyentes.
Es necesario ahora un proceso inverso que permita a los creyentes de hoy pasar de la escucha del texto a la experiencia de Dios vivida en el origen. Todo consiste en hacer que ese evangelio escrito cobre hoy nueva vida y que la experiencia original cristalizada en esas Escrituras sea conocida, evocada y actualizada por los creyentes de hoy.
2. Dos elementos importantes de la experiencia cristiana
La experiencia de un Dios Amigo y Salvador
La evangelización ha de comunicar la experiencia de que Dios está siempre a favor del ser humano frente a todo aquello que le pueda oprimir o dañar; que Dios solo interviene en nuestra vida para salvar, liberar, potenciar, elevar nuestra existencia; que Dios solo busca y exige lo que es bueno para el ser humano.
La mística del reino de Dios ofrecido a los pobres
La vida de Jesús está configurada por una doble experiencia: la experiencia de la filiación (Marcos 1,11) y la experiencia de sentirse enviado a comunicar la misericordia y la liberación de Dios a todos los hombres, y en especial a los más pobres y humillados (Lucas 4,18-19).
Si olvidamos el envío a los pobres, el cristianismo queda reducido a unión interior con Dios y deja de estar ungido por el Espíritu. Si ignoramos la experiencia de Dios Abbá, el cristianismo puede quedar rebajado a pura acción sociopolítica, sin apertura a la esperanza que solo viene de Dios, origen y destino último de la criatura humana.
La gloria de Dios está en la felicidad, la plenitud,
la vida liberada de todo ser humano,
sobre todo del más pobre, olvidado y humillado.
Pero la felicidad y liberación del hombre
solo encuentra su realización plena
en el disfrute eterno de Dios.
José Antonio Pagola, NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA, 2. Anunciar a Dios como buena noticia, capítulo 4